"Marco
su número. Estoy abajo esperándole, y son las 9, como siempre y como nunca más.
Él no me espera, ni yo esperaba estar ahí nunca más, pero estoy. Espero ansiosa
que lo coja, que conteste, y lo hace. Le respondo con un hilo de voz que vengo
a devolverle el libro que me prestó hace más de un mes. Él cuelga, y yo le
espero obediente. Creo que se me va a salir el corazón y que se va a dar a la
fuga como un preso en busca y captura. Pero no es así, se queda en mi cuerpo y
se acelera más cuando le ve asomarse por la puerta de su casa. No puede tener
una cara peor, los ojos hinchados de haber dormido poco, el pelo desecho de las
vueltas que seguramente habrá dado en la cama. Parece un mendigo, como siempre,
pero no lo cambiaba por ninguno más. Me armo de valor y antes de dar un educado
“buenos días” busco su boca. Desesperada, como si hubiese estado a dieta de sus
besos una vida entera. Y él me responde inmediatamente, sin ningún tipo de
sorpresa, como si hubiese estado parado en ese momento desde que decidí dejar
nuestra extraña relación. Le beso, y le sigo besando, y no me sacio, desearía
comérmelo a bocaditos grandes y pequeños, a toda prisa y despacio luego. El
pasa sus manos por todo mi cuerpo, sin saber a qué zona dedicar mayor tiempo y
a cual menos. Me golpeo con la pared, luego él, luego yo otra vez. Vamos a
empujones, no podemos separarnos ni un segundo, como si al hacerlo fuera a
desaparecer el momento, este momento. Me empuja, le empujo, me tropiezo con las
escaleras, pero el sigue, yo sigo, no puedo parar, no podemos parar. Dolorida,
y a tientas, llegamos a su habitación. Tiro mi bolso, me quita la ropa a prisa,
sin dejar que nuestras bocas se separen; yo también le desvisto, como puedo, porque me
tiembla cada terminación nerviosa de mi cuerpecito. Estoy frenética, con una
sensación animal e incomparable a ninguna otra de posesión."
sábado, 24 de septiembre de 2016
domingo, 14 de agosto de 2016
Domingo, 14 de agosto.
"Abrázame. Queramonos, como siempre, ¿y porque no?, para
siempre. Cuidémonos. Te quiero tanto. Viviría de tu presencia. Te anhelo a cada
minuto, como una adicción, de las buenas. Estás loco, lo estamos los dos, de
cierta forma. Pero nunca había visto una locura que compaginase tan bien.
Bailemos, lento, rápido, a lo cutre. Pero quédate. Mírame, y déjame hundirme en
ese color que tus ojos tienen. Marrón, tirando a café, los adoro. ¿Estás aquí?
Te noto, incluso no estando aquí. Es como si pudiese verte, u olerte. Debe ser
amor. No imagino mi futuro sin ti, ni mi presente. De hecho, ¿Cómo he vivido
tanto tiempo sin ti? Sin tus cosas, sin nuestras cosas. Nos queremos, de
verdad. ¿Quién puede decir eso a día de hoy? Confió más en ti, que en mí. Eres
mi fuerza cada vez que me fallo. Eres tanto, tanto, que si pudiese ser capaz de
hacértelo entender, o hacérmelo entender, se quedaría pequeño. Quédate, por
favor, o vete, pero llévame contigo. Donde sea, cuando sea. Pero que esto no
acabe, o que si lo hace que dure para siempre de alguna forma. Llorar, reír,
discutir, dialogar, lo quiero todo. ¿Por qué solo lo bueno, si podemos tenerlo
todo? Vayámonos. Cógeme, o acompáñame, pero yo te llevo. No hace falta más."
jueves, 7 de enero de 2016
Jueves, 7 de enero.
"Me timpaneas el oído diciendo que ya has venido, que ya estás aquí. Y yo te grito qué no hace falta que hagas eso cada vez que vienes: te aprecio y te huelo siempre a kilómetros de distancia. Que terco eres, queriendo recalcarme tu existencia cada dos por tres, como si acaso fuese capaz de olvidarme de que vives, de que me quieres, de que soy en parte tuya."
Suscribirse a:
Entradas (Atom)