Domingo, 27 de agosto.

"Llevo demasiado rato aquí delante, intentando sacar parte de la oscuridad que estos días me reconcome, y no sale nada. Antes me ponía a escribir y conectaba conmigo misma en cuestión de minutos... ahora es como si nunca consiguiese hacerlo. No sé si habrá motivos que me permitan entender como he llegado a esta situación... Solo sé que estos ratos eran mis ratos de desahogo y ahora ya no los tengo. A veces tengo la extraña sensación de que soy otra persona... pero, ¿mejor o peor? Aunque pienso que mejor también pienso que estoy perdiendo mi inocencia, la vida me está haciendo ser realista a la fuerza y no sé si me acaba de gustar: estate preparada para recibir palos pero no para pensar que todo saldrá bien."

Feliz no San Valentín.

"Desde que estás en mi vida me has cambiado de una forma tan completa y bonita que me hace quererme y quererte mucho mucho más. Aprecio tu paciencia quieta en mis líos mentales, tus abrazos intensos y nuestras conversaciones sobre nada en concreto y todo en particular, pero, sobre todo aprecio como me miran tus ojos… A veces te miro y siento que me estas queriendo tanto… si, así, en gerundio, como si incluso, después del tiempo que llevamos juntos, me estés queriendo ahora mismo mucho más que ayer.  Ni tan siquiera puedo alcanzar a pensar a que extremos podríamos llegar con este amor que sentimos el uno por el otro, y no es que pretenda ser romántica, al contrario, estoy siendo realista: las personas que se quieren tanto llegan lejos juntas.

Como muchas veces hemos hablado no puedo prometerte una vida eterna juntos en este mundo, no sabemos qué nos va a deparar la vida, pero no puedes imaginar que estaría dispuesta a hacer y a dejar de hacer por despertarme cada mañana contigo, por soportar tus días malos y por verte crecer como persona y como pareja. Eres la persona más única y distinta que he conocido aquí: estar contigo me remueve, me emociona y me hace feliz.

Te quiero, pero es que, a estas alturas, decirte algo tan repetitivo y básico se me queda corto… hemos inventado un nuevo verbo, cuya denominación desconozco, pero que los dos conocemos. Nos idolatramos, nos comprendemos y nos gustamos, nos falta tiempo para todo, y nos sobran ganas para lo que sea. Y aquí estoy aquí, queriéndote, queriéndome y queriéndonos, y no puedo pedir más.

Feliz No San Valentín mi vida." 

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"¿No debería ser fácil no ser como no quiero? Si yo dirijo mi vida, ¿por qué no siento que lo hago? ¿por qué siento que se me escapa de las manos?"

Sábado, 29 de septiembre.

"Marco su número. Estoy abajo esperándole, y son las 9, como siempre y como nunca más. Él no me espera, ni yo esperaba estar ahí nunca más, pero estoy. Espero ansiosa que lo coja, que conteste, y lo hace. Le respondo con un hilo de voz que vengo a devolverle el libro que me prestó hace más de un mes. Él cuelga, y yo le espero obediente. Creo que se me va a salir el corazón y que se va a dar a la fuga como un preso en busca y captura. Pero no es así, se queda en mi cuerpo y se acelera más cuando le ve asomarse por la puerta de su casa. No puede tener una cara peor, los ojos hinchados de haber dormido poco, el pelo desecho de las vueltas que seguramente habrá dado en la cama. Parece un mendigo, como siempre, pero no lo cambiaba por ninguno más. Me armo de valor y antes de dar un educado “buenos días” busco su boca. Desesperada, como si hubiese estado a dieta de sus besos una vida entera. Y él me responde inmediatamente, sin ningún tipo de sorpresa, como si hubiese estado parado en ese momento desde que decidí dejar nuestra extraña relación. Le beso, y le sigo besando, y no me sacio, desearía comérmelo a bocaditos grandes y pequeños, a toda prisa y despacio luego. El pasa sus manos por todo mi cuerpo, sin saber a qué zona dedicar mayor tiempo y a cual menos. Me golpeo con la pared, luego él, luego yo otra vez. Vamos a empujones, no podemos separarnos ni un segundo, como si al hacerlo fuera a desaparecer el momento, este momento. Me empuja, le empujo, me tropiezo con las escaleras, pero el sigue, yo sigo, no puedo parar, no podemos parar. Dolorida, y a tientas, llegamos a su habitación. Tiro mi bolso, me quita la ropa a prisa, sin dejar que nuestras bocas se separen;  yo también le desvisto, como puedo, porque me tiembla cada terminación nerviosa de mi cuerpecito. Estoy frenética, con una sensación animal e incomparable a ninguna otra de posesión."

Domingo, 14 de agosto.

"Abrázame. Queramonos, como siempre, ¿y porque no?, para siempre. Cuidémonos. Te quiero tanto. Viviría de tu presencia. Te anhelo a cada minuto, como una adicción, de las buenas. Estás loco, lo estamos los dos, de cierta forma. Pero nunca había visto una locura que compaginase tan bien. Bailemos, lento, rápido, a lo cutre. Pero quédate. Mírame, y déjame hundirme en ese color que tus ojos tienen. Marrón, tirando a café, los adoro. ¿Estás aquí? Te noto, incluso no estando aquí. Es como si pudiese verte, u olerte. Debe ser amor. No imagino mi futuro sin ti, ni mi presente. De hecho, ¿Cómo he vivido tanto tiempo sin ti? Sin tus cosas, sin nuestras cosas. Nos queremos, de verdad. ¿Quién puede decir eso a día de hoy? Confió más en ti, que en mí. Eres mi fuerza cada vez que me fallo. Eres tanto, tanto, que si pudiese ser capaz de hacértelo entender, o hacérmelo entender, se quedaría pequeño. Quédate, por favor, o vete, pero llévame contigo. Donde sea, cuando sea. Pero que esto no acabe, o que si lo hace que dure para siempre de alguna forma. Llorar, reír, discutir, dialogar, lo quiero todo. ¿Por qué solo lo bueno, si podemos tenerlo todo? Vayámonos. Cógeme, o acompáñame, pero yo te llevo. No hace falta más."

Jueves, 7 de enero.

"Me timpaneas el oído diciendo que ya has venido, que ya estás aquí. Y yo te grito qué no hace falta que hagas eso cada vez que vienes: te aprecio y te huelo siempre a kilómetros de distancia. Que terco eres, queriendo recalcarme tu existencia cada dos por tres, como si acaso fuese capaz de olvidarme de que vives, de que me quieres, de que soy en parte tuya."

Miércoles, 11 de noviembre.

" Te echo de menos. ¿Dónde estás?"